Tengo atado todo, a mi piel mojada.




miércoles

La mirada. REFLEXIÓN SOBRE LA COMUNICACIÓN FAMILIAR

 Madre e hija (1897) de Edvard Munch

REFLEXIÓN SOBRE LA COMUNICACIÓN FAMILIAR

La Mirada

Paisaje agreste. Atardecía. Padre e hijo marchaban en silencio por el sendero angosto casi siempre cubierto de piedras que hacían  lento el andar. De vez en vez el niño buscaba suplicante los ojos de su padre, pero nunca encontraba la mirada.
Algunas nubes presagiaban lluvia. Relampagueaba y tronaba con fiereza.
A ambos lados se advertían montones de tierra recién removida, en el lugar se estaba construyendo algo que el niño no conocía.
La luna asomó temprano para aliviar de algún modo la jornada, sin embargo, su luz dejaba ver las montañas de tierra removida que simulaban gigantes amenazadores, ante cuya presencia el niño sentía miedo. Quería decírselo a su padre, pero…
Una lechuza apareció de pronto con sus tétricos augurios.
El padre exclamó:
¡Solavayaaaaaaaaaa!
El niño quiso saber. No tuvo respuesta, aunque buscó anhelante  la mirada de su padre.
El cansancio se reflejaba con nitidez en los rostros de los dos, que iluminados por la luna adquirían un aspecto fantasmal.
Después de un largo trecho, justamente cuando el sendero describía una cerrada curva junto a la más alta de las montañas de tierra, un enorme cartel con letras en grandes caracteres explicaba algo. El niño lo miró, se inquietó, trató de que el padre lo leyera, le tiró de la mano, se le paró delante, caminaba entonces marcha atrás…
Pero no encontraba los ojos del padre.
Cuando se escuchó el grito desgarrador…el padre levantó la mirada y vio el pequeño cuerpo de su hijo en el vacío…

En ese instante un constructor  leía el gran cartel:

AVISO
Camine con suma precaución. Aléjese hacia la izquierda.
Aquí se construye una presa y a la derecha se inicia un peligroso precipicio…
Al escuchar el grito el hombre levantó su mirada.


Por Galia Luz Tamayo Rodríguez.