Tengo atado todo, a mi piel mojada.




domingo

MÁGICA BRUMA DE CIEN AÑOS DE SOLEDAD



La solitude entre nous
Et ce silence en moi
El l’inquiétude de vivre la vie sans toi
Je t’en prie attends-moi parce que
Je ne peux pas rester sans toi
Il n’est pas possible de diviser l’histoire de nous deux. 
Laura Pausini
El hombre no puede vivir en soledad. Nadie duda de la condición esencialmente social  del homo sapiens. Sin embargo la novela del escritor colombiano Gabriel García Márquez,  “Cien años de soledad”,  ha conquistado millones de lectores. Y en varios idiomas, hombres de distintas latitudes del planeta se sienten envueltos en la mágica bruma que emana de Macondo y de sus habitantes.

Una especial sensibilidad y un profundo conocimiento de la psicología humana le ha permitido a ese gran creador universal hacer de lo garciamarquiano una verdadera diadema de situaciones que conduce a pensar en la lluvia macondina, interminable y necesaria, a veces agónica, pero siempre presente.
En cualquier atardecer, desde cualquier sitio de la geografía universal, Remedios, la bella, podrá ascender al cielo, envuelta en sus imprescindibles sábanas blancas. El espectáculo será contemplado sin asombro por ojos resignados a una suerte predeterminada.

Es que el hombre necesita la magia desde que es tal. Para que ella exista, casi tangible, indudable, poderosa, cierta…

"Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo."


                                                                                                                                          Por: Galia Luz

1 comentario:

  1. Sucede que casi todos los "humanos" llevamos una selva dentro como quien incuba los trinos, la humedad, el arcoíris de un jueves por la tarde...llevamos en el pecho animales carnívoros que devoran a ratos la soledad y que a ratos despedazan las compañías anheladas, empollamos los huevos de nuestras propias aves parlanchinas, coloreadas ad libitum según nos enseñara Dalí (se pueden sentir colgando en los árboles tropicales del estómago los relojes acuosos del excéntrico bigotudo)…o pueden sentirse las pirañas contadas por Quiroga como si fueran besadoras de la Casa Verde, esa que un día, de otras putas y otro alcohol, hundió Vargas Llosa en el Amazonas profundo de mi mente. Todos llevamos enredaderas que ahorcan los suspiros si te dejas arrinconar bajo un tronco podrido de nostalgia, llevamos un poco de pantano, un tilín de bichos que pican, muerden, chupan… que acarician la piel de indio civilizado que vistes. Todos queremos encontrar cannabis y probar el vuelo como un ángel vegetal. No para olvidar, porque olvidar nos nulifica, sino para ver más allá de la frontera verde que esta selva nos impone…y cuando te aburres de ser solo clorofila y consumir co2 y defecar oxígeno interminablemente, como por decreto del guardabosque, como imperativo de la industrial celulosa, entonces quieres hacerte mar…y la historia, según Jacques Cousteau, se repite otra vez bajo el piélago ardiente de petróleo azul.

    ResponderEliminar